Si bien los infomediarios, y la
reutilización de la información, existen desde antes de la Directiva
Comunitaria, tanto ésta como la Ley 37/2007 asientan las bases para que esta
actividad se lleve a cabo de una manera regulada, asegurando la colaboración de
las Administraciones Públicas con el sector privado.
Sin embargo, el gran caballo de
batalla de las empresas dedicadas a la venta de información, no han sido tanto
las Administraciones como las limitaciones e interpretaciones, cada vez más
severas, de la AEPD en materia de protección de datos personales:
Lo que antes era un dato corporativo,
como un email, ahora es considerado un dato personal dependiendo del objeto de
la comunicación, continúa la brecha de la dualidad de los autónomos como
personas físicas y jurídicas, dependiendo del ámbito de la información, y las
nuevas directivas anunciadas por la UE eliminarán las fuentes públicas de
información como excepciones de consentimiento a la recogida de datos
personales (publicaciones en Boletines Oficiales).
Todo esto choca con iniciativas de
apertura de datos y la oferta del BOE, el BORM
y el BOPI en formatos electrónicos accesibles, ya que está sujetos a la
interpretación de la AEPD, que consultada al respecto, se limita a decir que la
norma es ponderar el interés legítimo del infomediario contra los derechos del
titular de la información, lo cual empaña una potente iniciativa con la sombra
de la inseguridad jurídica.
El nuevo criterio de disociación de
la AEPD tampoco ha hecho por mejorar la situación, ya que prácticamente es
imposible asegurar que ningún registro podrá asociarse a un titular si
combinamos la fuente con cualquier número de sistemas de información
adicionales.
Por otro lado, la Ley, al desarrollar
los artículos en los que detalla los mecanismos de solicitud de datos a la
Administración, invita a una especie de “Hágalo usted mismo”, cuando los
infomediarios soñaban con enormes directorios de información pública de
descarga gratuita.
Aún así, los volúmenes de facturación
de las empresas crecen cada año a un ritmo sorprendente, principalmente por la
contribución de la Administración General y los ayuntamientos de las emergentes
Smart Cities, cumpliéndose el objetivo de la UE de generación de empleo y
riqueza.
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